Pareciera que en los tiempos actuales fuera un pecado tener sus buenos años.
Da la impresión que el tiempo pasara en vano y con su tráfico no nos entregara nada positivo. Ni experiencia, ni sabiduría ni madurez. Aún más, pareciera que para los tiempos que vivimos, el paso de los años sólo nos diera vejez, enfermedades y deterioro. ¡Qué curioso! Hoy todos quieren ser jóvenes y para lograrlo se recurre a cirugías, botox, gimnasio y lo que venga. Lo importante es verse juvenil, saludable y si es posible atractiva(o). La gente mayor no cuenta y es despreciada constantemente. Cuántas veces hemos escuchado frases cómo esta «Este viejo no entiende nada, no lo pesquís». Y con eso se cierra el capítulo y la persona mayor, una vez más, es separada, postergada y reducida a su mínima expresión.
En el modernismo, pasado los 50, se cree que la persona entra en la etapa pasiva de su vida. Ya no es considerada en el medio laboral y la mayoría piensa que la vida comienza a concluir, cuando para gran parte de los mayores recién empieza. Continuadamente hemos visto mujeres estupendas, que ya caminan por las siete décadas y más. Sophia Loren se sigue paseando llena de vida por lugares exclusivos, provocando expectación, mientras que Jane Fonda nos habla del tercer acto de la vida con alegría y envidiable glamour. También hay hombres que, a pesar de los años, siguen manteniendo su atractivo y su seducción. Robert Redford es uno de ellos, ya que continúa siendo un admirado galán, al igual que Harrison Ford y Richard Gere.
¿Quién ha dicho que los años quitan el atractivo o la inteligencia? ¿Quién puede afirmar que la última etapa de la vida no tiene agrados y alegrías que las anteriores no pueden otorgar? ¿Quién inventó estas ideas modernistas, carentes toda lógica y realidad? Cuidado. Hay gente bastante mayor que demuestra, con su actuación diaria, que los años agregan una dosis importante de profundidad y sabiduría a nuestros pensamientos y a nuestro accionar. Lo demás, es un cuento inventado por jóvenes que han querido ganar la competencia laboral, atribuyendo a los mayores una vejez prematura que los posterga y los aleja de los campos profesionales.
¿Es pecado ser viejo?, nos hemos preguntado al comienzo de estas líneas y la verdad es que eso pretenden algunos, sin entender que la vida pasa impostergablemente, después de ofrecernos afectos, agrados y afanes distintos en cada una de sus etapas. ¿No es hermoso ver crecer a nuestros hijos y presenciar con emoción su realización laboral? ¿No es grato ver cómo forman familia y cómo nace, junto a ellos, la descendencia tan esperada? ¿Puede un joven comprender y valorar la belleza de ser abuelo? Lo más posible es que no, por que seguramente ni se lo imagina.
Aprendamos de una vez por todas, que la vida siempre comienza mañana.
Alfredo Lamadrid B.
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