No hay duda que en la actualidad enfrentamos situaciones de las que no teníamos conocimiento. La brutalidad y el aumento de la delincuencia, ha provocado un temor creciente y el cambio de hábitos de los ciudadanos. Se encierran en sus domicilios, no salen de noche y abandonan los espacios públicos.
La invasión del comercio ambulante, que se ubica donde se le ocurre y enfrenta a la autoridad cuando se pretende desalojarlo. Las personas se toman terrenos que no les pertenecen y construyen sus viviendas. Cuando se realizan los desalojos legales, enfrentan a la policía y se niegan a abandonar el lugar. La migración descontrolada y que ha inundado el país de extranjeros, donde cohabitan muchos maleantes. Los problemas de la Araucaria siguen latentes, igual que en la zona Norte.
La educación sigue con dificultades y las manifestaciones no cesan. La inflación es un drama que no todos son capaces de superar. Al revés. Hay falta de trabajo y los habitantes se endeudan, más allá de sus posibilidades. Permanecen inalterables los portonazos, los asaltos, los robos, los saqueos y la delincuencia, conformada básicamente por extranjeros y algunos chilenos, no cede.
Si a todo esto sumamos la corrupción y sus secuelas, con muchos bandidos sueltos y las quiebras de Pymes y algunas empresas grandes, como constructoras, el panorama nos presenta una incertidumbre que nos domina y no podemos controlar. Para qué hablar del narcotráfico y el crimen organizado.
Bienvenidos a este nuevo país, mientras añoramos un Chile distinto, más justo, más sano y más unido. ¿Será posible?