Resulta edificante que mientras aparece la corruptela, inesperada y contagiosa, al mismo tiempo surge la solidaridad, inalterable y demoledora.
Mientras se investiga con detención, la difícil situación que enfrenta una controvertida fundación en el norte, que lleva a la máxima autoridad a señalar que “no mete las manos al fuego por nadie”, lo que no es menor, aparece poco después la solidaridad espontánea de ese mismo país, que fluye sorprendente ante la tragedia, producto de un temporal que no veíamos hace muchos años.
Está claro, que en un territorio hay de todo, pero resulta edificante que mientras aparece la corruptela, inesperada y contagiosa, al mismo tiempo surge la solidaridad, inalterable y demoledora, que nos hace pensar que aún es tiempo de recuperar y restaurar los valores y principios que hicieron admirable a nuestro querido Chile.
El cara y sello de los habitantes de un territorio, que de pronto se pone rabioso e incomprensible, pero luego vuelve a su génesis, a su esencia, y demuestra que la solidaridad y la cooperación con los demás, es parte de su idiosincrasia y de su íntimo quehacer.
¿Con cuál se queda?
