En el viaje a Paraguay el Presidente actual y el exPresidente de nuestro país, alternaron y expusieron sus ideas sobre la realidad nacional. A nosotros, los independientes, nos pareció un acto republicano, democrático, civilizado y moderno.
¿Qué tiene de malo este diálogo? ¿Por qué los seres humanos no pueden conversar sobre temas que a todos los ciudadanos nos importan? ¿Hasta cuándo los odios dominan nuestro actuar?
Pensamos que las ideas se destruyen con ideas mejores y no con descalificaciones y embustes pequeños y mediocres. Nos parece mejor superar las diferencias con un diálogo franco y sincero, en que el bien común supere a las ideologías anticuadas y fuera de contexto.
Es impresionante ver algunos fanatismos que oscurecen el horizonte e impiden ver la luz, tan necesaria en los tiempos que vivimos. De repente, nos llama la atención comprobar que algunos superhéroes de la política creen en ellos y en nadie más ¡Qué arrogancia más pequeña y despreciable! Sin duda, que nos hace falta una importante dosis de humildad para aceptar que no somos los únicos, ni tampoco los mejores.
Hay que aprender a escuchar, en un país en que todos quieren hablar y tener la razón. Las ideas se enfrentan con ideas y no con frases hechas o con un eslogan fuera de tono, ni tampoco con prohibiciones que a nada conducen.
Sería positivo que la clase política lo entendiera de una vez.
